lunes, 22 de octubre de 2018

mi deconstrucción mortal


Ahora no me he detenido demasiado a pensar en una mañana fría soleada, o en una noche lluviosa templada, si fuera así, explotaría de emociones, seguramente se formaría un arcoíris seguido de tormenta rematado con lluvia de dulces. Me resisto a soñar, a creer en las posibilidades infinitas que mi cerebro es capaz de producir, a esa sonrisa quimérica. He tratado de someterme a lo tangible, pero sabemos que eso es algo que poco puedo hacer, tanta tendencia a la intangibilidad me delata, me somete, me conmueve en el romanticismo exacerbado, volviendo tornasol mi visión. Y, sin embargo, esos momentos tan triviales, tan de estar; observando helechos la naturaleza me enseña que es inevitable cuando algo hermoso tiene que crecer. Me aferro a la raíz para no volar, soy un ente de tierra, de análisis a profundidad.

Qué es lo que llevas en el alma, qué es lo que no dices cuando yo tampoco hablo, qué es lo que no sé.


Y, qué haría sin él, sin mi pedacito de amor y locura, sin mi cotidiano con capa y su afición por la lámpara mágica, su tendencia oscurita, tampoco sé que haría sin lo suave de las nubes de algodón al recostarme en ellas, cómo aquella vez que las pequeñas arañas negras querían quedar a vivir ahí.

Pensemos en lo decente, en lo que tus ojos creen que es así, ¿los míos? Los míos prefieren entregar sensaciones, compartir, dictar emociones.

momentos de construcción en lo amorfo.

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